Urabá sound system. Sonando con propósito (Español)
Fotos © Manuela Uribe
El encuentro URABÁ SOUNDSYSTEM sonando con propósito, se llevó a cabo los días 2,3 y 4 de julio de 2021 en el Municipio de Apartadó, en el Urabá antioqueño – Colombia. Se realizaron conversatorios sobre el contexto, historia y desafíos de la cultura picotera, un carrusel de la memoria donde se compartieron fotografías, discos, emociones y se produjeron documentos con la intención de demostrar la sistematicidad, pertinencia y eficacia de la práctica picotera como un escenario de construcción de paz. En la última jornada se realizó el “picotódromo” con la participación de 8 picós de la región. La Comisión de la Verdad, el Instituto de Cultura de Apartadó, Fundación Mi Sangre, El Gran Latido Sound System y Fundasevida, fueron las organizaciones que hicieron posible este importante evento.
Apartadó es un municipio colombiano ubicado en la región de Urabá, perteneciente al departamento de Antioquia. Su nombre, del dialecto de la lengua indígena Katía, quiere decir “Río de Plátano”. Es el epicentro de la zona bananera más grande de Colombia y cuenta con más de 180.000 habitantes, donde confluye una diversa mezcla cultural que reúne afrodescendientes, blancos, mulatos e indígenas.
Históricamente azotado por la violencia del conflicto armado interno, por el narcotráfico y la disputa de territorios, Apartadó sobrevive ante complejas condiciones políticas, económicas y sociales.
El 23 de enero de 1994 tuvo lugar la masacre de la Chinita. Las hoy desmovilizadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP), irrumpieron en una fiesta popular con Picó asesinando a 35 personas – entre ellas hombres, mujeres, niños, niñas y personas mayores – con la excusa de que allí se encontraban miembros de otra organización guerrillera (EPL) en conflicto con las FARC.
La verbena o fiesta popular que era celebrada en el barrio obrero, barrio de invasión habitado por desempleados, gente sin tierra y trabajadores de empresas bananeras, había sido organizada con la intención de reunir fondos para ayudar en la construcción de nuevos espacios para la escuela de la comunidad.
Los Picós son estos coloridos y potentes sonidos artesanales de la costa norte Colombiana, hermanos de los sound systems Jamaiquinos. Empezaron a ser construidos durante la década del 50 para escuchar vinilos de música africana que llegaban a Colombia por barco a través de inmigrantes, marineros y trabajadores temporales.
El picó es una tradición que se ha venido sosteniendo de generación en generación, pasando de padre a hijo por más de 60 años, tradición que ha resultado vital para la creación de espacios de bienestar colectivo desde donde se construyen y proyectan la identidades de muchas comunidades.
La degradación por el conflicto armado, el clasismo y racismo estructural, han convertido al universo del Picó en Urabá en una práctica cultural precarizada, ilegalizada y perseguida, ya que al ser uno de los pocos escenarios de confluencia de la comunidad, detonan allí problemáticas derivadas del abandono estatal y de la dinámica económica neoliberal, guerra de pandillas y control paramilitar.
Desde Diciembre del 2017 entró en vigencia el decreto que prohíbe los tradicionales Picós en varias ciudades y corregimientos de Urabá. Las medidas están justificadas en generar una mejor percepción de seguridad en la población en relación al alto índice de violencia entre pandillas. Los Picós siguen sonando en veredas aledañas y en eventos privados que no involucran al conjunto de la comunidad.
El encuentro picotero “Urabá soundsystem: Sonando con propósito” se creó con la intención de reivindicar esta cultura como un canal de sanación, de memoria y de resistencia frente al conflicto armado colombiano. Es el resultado de un proceso que se inicia en Bogotá con el Gran Latido Sound System perfilando las herramientas legales y pedagógicas de protección de la práctica, las cuales dieron inicio a las sinergias que hoy dignifican el picó en el territorio.
Desde que el evento se realizó, los Picos han vuelto a sonar en los cascos urbanos de los municipios de Turbo y Apartadó, y lo han hecho no solo en pro de la recuperación de estos espacios, sino también por la concientización sobre la importancia de generar una agenda de orden social que sea proyectada y gestionada desde los propios picós.
Luego del encuentro picotero no han vuelto a tener lugar hechos de violencia en estos espacios.
Tradicionalmente en los Picós colombianos la base musical ha sido la música africana. Aunque con el pasar de los años y gracias a la conexión con otras industrias musicales y mas información, se ha ido abriendo el abanico y esto ha permitido que otros géneros como la champeta, la salsa, el vallenato y el reggae entren a convivir en este universo.
A diferencia de la zona norte (Cartagena, Barranquilla y Santa Marta), en la zona de Urabá, por estar ubicada muy cerca de Panamá y de Jamaica, la música picotera ha tenido una fuerte cercanía y vínculo con la plena panameña y el reggae/dancehall de los años 80´s y 90´s. Este fenómeno continúa y se evidencia en la popularidad de los remixes locales de canciones jamaiquinas y las versiones cantadas en español que siguen siendo los exclusivos más celebrados por el público.
Los Picós han venido evolucionando con el tiempo al igual que los Sound Systems.
Originalmente se construían con válvulas y luego se empezaron a armar los llamados “turbos” en los que casi todos los parlantes están metidos en una sola caja, pintada a mano, como el Tsunami.
Actualmente, los Picós de la nueva generación son más parecidos a los sound system de reggae tanto en estructura como por la tecnología utilizada, aunque siguen identificándose y diferenciándose por su estética colorida y caribeña. Casi todos sus sistemas de sonido son de construcción artesanal, aunque muchos usan bajos Cerwin Vega.
La cultura picotera en la región del Urabá está anclada en la memoria del territorio y de sus habitantes, siendo desde hace más de 30 años escenario de encuentro y construcción para el tejido social. Las vivencias de los habitantes de la región están en muchos casos proyectadas sobre estos espacios de baile, encuentro, unión y goce. Una especial manifestación para lo colectivo que desde la reunión, la confluencia de identidades y el cuerpo “en acción” se propone tejer comunidad.
El baile, vehículo de expresión del ser humano capaz de movilizar y generar escenarios vitales para la imaginación, para la proyección y creación de identidades, la interacción con un otro y la apropiación del espacio a partir del cuerpo.
Desde el baile – ese cúmulo de gestos en movimiento – los cuerpos creativos asumen diversos roles que dirigidos por necesidades de cada comunidad son impulsores y promotores de cambio, de aprendizaje y de respeto por la ritualidad y por los saberes ancestrales.
El baile como catalizador de bienestar resuena en los escenarios de la resistencia pacífica, en las mentes y corazones dispuestos a conectar, a sanar, a entender que el respeto a la vida es la tierra sagrada y fértil que lo posibilita todo.
Desde este territorio azotado por décadas de violencia, por un olvido estatal incesante, por un abandono generalizado que no ofrece oportunidades de calidad a sus habitantes, ni educación ni salud, se propone a través de la resignificación de espacios culturales que pertenecen a la comunidad, reconstruir el tejido social herido.
Plantar la semilla del cambio a través del ejercicio de la convivencia pacífica y del disfrute, permitiendo que nuevos enlaces mentales y emocionales se creen para que estas experiencias y vivencias se re vinculen con los valores más sagrados: aquellos que honran la vida, la diferencia, el trabajo en colectivo y que potencian los aportes individuales en pro de una red que fortalezca y beneficie a la comunidad.
El cambio es necesario y vital, como el entendimiento de que éste no proviene únicamente de las esferas de poder, si no de el reseteo de nuestros corazones.
Durante el encuentro picotero de Urabá, se reunieron personas de muchas edades quienes convocadas desde la memoria, el deseo de compartir, el amor por la música, la necesidad de lugares de intercambio y de expresión creativa y unión, crearon el escenario ideal para reunirse con la diferencia.
El cruce generacional amplifica la cohesión social y permite poner en evidencia la importancia de espacios que lleven a las familias por fuera del marco de su intimidad, ofreciéndoles la oportunidad de extender esa manera de habitar los espacios que le pertenecen, resignificando el espacio público como lugar de encuentro y comunión.
Es necesario reformular los espacios, ideas y deseos que incentivan la reunión en torno a un picó y pareciera fundamental retomar -y recordar- su esencia tradicional, su saber original, con el objetivo de reconectar a las personas con su historia e importancia.
Desde esta perspectiva será posible poner en contexto la función de los picós dentro de las comunidades, entendiendo el sentido de la tradición en tanto esta siga respetando el espíritu que la hace vigente como beneficio para la gente y su desarrollo.