Una tarde de wepa en el barrio: la escena sonidera del noreste

Esta semana, el blog presenta a nuestros lectores otra escena sonidera con una rica historia en el noreste de México. Tras una publicación anterior sobre la historia sonidera de Monterrey, la bloguera invitada Daniela Hernández Ruiz nos lleva ahora a Saltillo, hogar del Sonido Radio Pirata y cuna de la cumbia wepa.Este blog también está disponible en inglés en este enlace.

por Daniela Hernández Ruiz

“El Gallinero”, así le llaman César y Napoleón aka Barra, al espacio donde producen el programa sonidero Una esquina, una historia. Cada miércoles, transmiten por Internet música colombiana (cumbia y vallenato) y les envían saludos a todas las pandillas de Saltillo, Coahuila, al noreste de México. Ahí quedé de verme con Napoleón, comunicólogo y fundador del proyecto sonidero Radio Pirata, cuyo origen se remonta a 1999 y le da nombre también a su sistema de sonido:En mi barrio estaban presentes Los piratas, por eso le puse Radio Pirata al sonido. Y de ahí empezó lo del audio. Desde antes me gustaba la labor social, reuníamos gente y hacíamos bailes, por eso conozco a todas las pandillas”.

A mediados de los años 80, se produjo un auge industrial en Saltillo, que atrajo población rural hacia las orillas de la ciudad. En ese contexto migratorio, aparecieron problemas como la marginación social y la precariedad conurbada, que afectaron de manera particular a niños y jóvenes. En los años 90´s en Saltillo había cerca de 600 pandillas y bandas juveniles, repartidas en alrededor de 550 colonias, que tenían bajo su dominio la mayoría de los barrios en la ciudad. La pandilla “Los piratas” era de las colonias de la zona centro de Saltillo y la conformaban aproximadamente 60 integrantes. La mayoría de estos jóvenes y adolescentes trabajaban en la albañilería o en fábricas, y algunos cuantos estudiaban.

En aquel momento, los integrantes de estas pandillas o chavos banda peleaban por territorios, por viejas rencillas, o por la necesidad de demostrar control y poder. Frente a la violencia creciente, el sentido de pertenencia y el orgullo de representar a su barrio encontró una vía de sublimación a través de las retas de baile. El Estudio 85 fue el primer salón (único en su tipo) de baile donde ponían música grabada de cumbias colombianas, cada domingo desde las tres de la tarde. El Estudio 85 tomó una importancia fundamental en una ciudad con una industria cultural incipiente, donde no existía mucha oferta de cumbia colombiana.

Napoleón me recuerda que la música de Colombia llegaba al centro de Monterrey y de ahí atravesaba por el Puente San Luisito o también llamado Puente del Papa [1] para distribuirse en lo que ahora reconocemos como la colonia Independencia. Ahí es donde habita la dinastía Sonidera de los Dueñez, a quienes se les reconoce como una de las familias pioneras en la reproducción de cumbias rebajadas, y a quienes se les atribuye también haberla expandido a San Luis Potosí, Coahuila y otros estados a la redonda. A decir de Napoleón, los Dueñez son punta de lanza en la distribución informal de música colombiana que se ha consolidado entre ambos territorios. A mediados de la década de 1960, justo en ese contexto, Gabriel Dueñez comenzó a vender casetes en el Puente San Luisito en Monterrey, grabando temas tropicales desde sus discos de vinil, actividad que se hizo muy popular y se extendió a otras partes de la ciudad.

Monterrey se encuentra al noreste de México, con una ubicación privilegiada y vías de comunicación estratégicas, es el núcleo urbano más importante del norte del país. Los sonideros y los primeros intérpretes de música colombiana en Monterrey jugaron un papel activo en la apropiación y la resignificación de la cumbia en la región.  Los sonideros trazaron los caminos por los cuales la música producida en Colombia llegó a Monterrey y se convirtieron en los primeros difusores masivos de ésta en la colonia Independencia. A partir de la organización de bailes, los sonidos propiciaron el surgimiento de seguidores jóvenes, quienes jugaron un papel importante en la expansión de la música por otros rincones de la ciudad y las periferias, y posteriormente (en los setenta y los ochenta), llevando el gusto musical hacía nuevos territorios.

Dicho fenómeno musical se propagó por distintas ciudades enlazadas con Monterrey, entre ellas Saltillo, que se encuentra a tan solo 87 km. Tanto en Saltillo como en Monterrey, el género representativo de los sonideros y de los barrios populares es la cumbia colombiana y el vallenato. En el caso de Saltillo la consolidación de la tradición colombiana en el gusto popular, surgió a partir de dos eventos: el éxito y difusión de la música de Celso Piña y la apertura del salón de baile Estudio 85.

El Paseo 2255. Image © Daniela Hernández Ruíz.

Resulta muy significativo que, en ese proceso, el gusto por lo que se conocía como música tropical se haya posicionado después de forma específica en la cumbia y ahora en el vallenato; al grado que hoy ese gusto defina los contornos del reconocimiento identitario tanto en Monterrey como en Saltillo. Los colombias son a quienes se les atribuye socialmente la amalgama del gusto tropical, que hoy en día se entremezcla con la cultura DJ del remix y la música electrónica. Napoleón, o “Barra” como le dicen en el barrio, me cuenta que la cumbia wepa surgió en Coahuila:

La cumbia wepa o la que nosotros le llamamos la cumbia editada, es creada en Coahuila, por Daniel Alejandro (DJ Masta) y yo; nosotros somos los creadores de ese género. Daniel Alejandro comenzó a hacer sus match ups, se hizo el contacto conmigo y empezamos a producir música juntos y a vender paquetes de música editada a “Kiss Sound El Rey del Wepa”, a la Super Changa, Batichica, Internacional Sonido La cotorra y a otros sonideros, así se difundió la cumbia editada. Hay muchas cumbias de Enrique Diaz, de Carmelo Torres que en ese tiempo no se hacían a cuatro tiempos, era toda la orquesta junta y a grabar. Tomando bases de canciones se hicieron guachas, loops y así la música que no era bailable la hicimos bailable, le metimos beats y guacharaca.

El Estudio 85 cerró sus puertas en el año 2011 a causa de la ola de violencia que azotó al país durante la llamada “Guerra contra el narco” en el gobierno de Felipe Calderon. Desde hace 10 años lo reemplaza el “Paseo 2255”.  Este último es un salón de baile que abre sus puertas los domingos de 7 PM hasta la medianoche a las pandillas de Saltillo, mientras suena la cumbia editada del Sonido Radio Pirata y los saludos a la banda que enuncia el animador por el micrófono con efecto delay.

Napoleón me invita al décimo aniversario el mes de febrero de 2024.  Antes de entrar al salón hay un patio donde se hace una larga fila para pagar y para ser objeto a los asistentes de una exhaustiva revisión por parte de la seguridad. La mayor parte del aforo son hombres entre los 15 años y los 30. También hay unos cuántos niños de entre 10 y 14 años que acompañan a sus amigos mayores del barrio.

Al entrar camino hacía el escenario para saludar a Napoleón por la orilla del salón, a muy poca distancia de la marabunta que se concentra a lo largo y ancho de la pista. Son aproximadamente unas 200 personas, entre las cuales se cuentan aproximadamente 30 mujeres jóvenes entre los 15 y los 25 años, resaltan dos mujeres que podrían rondar entre los 30 y 40 años. Cada quien con su respectiva banda, la mayoría de los hombres se han despojado de sus playeras para secarse con ellas el sudor que les escurre a chorros por la cara, espalda, brazos y pecho. Hay una fila de unos 15 guardias de seguridad con playeras fluorescentes en medio de la pista para contenerlos.

Napoleón, también conocido como Sonido Radio Pirata. Imagen © Federico Jordán.

Esos pasos de baile,  marcarla [3], dicen en el barrio; el cuerpo encorvado, los pies que van y vienen, como lijando el suelo, y los dedos de las manos haciendo señales que sólo ellos entienden, porque son sus códigos, los códigos de la banda.

Los pleitos empiezan con vociferaciones y ademanes; en este lapso se hacen las señas de los barrios, se lanzan insultos y se retan personalmente. Uno, dos o tres miembros de cada pandilla recorren toda la línea de combate haciendo desplazamientos rápidos, mientras uno que otro se planta con la frente en alto y los brazos extendidos. Luego de esto se reintegran al grupo, y con pasos cortos pero decididos la bola se acerca a la otra pandilla en un primer intercambio de cachetadas y manotazos que termina en pocos segundos ante la intervención de los guardias.

Jovenes en el Paseo 2255. Imagen © Federico Jordán.

El sonido del lugar está compuesto por 4 cajas de 18 pulgadas de frecuencia subsónica y dos altavoces medios dobles de 15 pulgadas, que suenan casi a su máxima potencia de 136dB, dando una sensación de vibración expansiva.

Todo esto lo he observado sentada en la barandilla del escenario, a esa altura estoy a salvo de la estampida que se abalanza hacia las orillas del salón, empujándose, atropellándose entre el baile y la riña. Pasada la escaramuza, se regresan firmes a su parte del salón a seguir los insultos y a bailar dando saltos y girando en círculos. A la barandilla llegan tres jovencitas de entre 18 y 20 años, cada una de ellas viene con un niño pequeño, son sus hijos. Se quedan ahí para poder observar el espectáculo y mantener a salvo a los niños del tumulto.

 A punto de la medianoche se va despejando la pista y los que quedan aprovechan para exhibir sus mejores saltos cumbieros, como si se tratase de patadas y acrobacias marciales. aprovechando que ahora hay espacio para ello. Los tres jóvenes padres de los niños pequeños asistentes se reúnen con ellos y con sus madres, se ponen la playera y se acercan en familia a la fotografía final de toda la banda tirando barrio. [4]

Nota final

A pesar del estigma, el sentimiento y la emoción ligado a la cumbia colombiana, aglutina tanto a los jóvenes de la actualidad, como a los jóvenes de los noventa en torno a la música. En el baile se expresa la esencia, el sentimiento, la colectividad, sé llama a la grupalidad, a la amistad y a la enemistad. El baile se constituye en un cuerpo colectivo, en una representación grupal del estilo. Es cambio y permanencia, es existencia, indica que se está en el escenario urbano. Sin duda este sentimiento se transmite de generación en generación, colocando a sonideros como la Radio Pirata en iconos de la tradición del barrio.

Porque… aunque los centros de baile cambien de nombre, de tiempo y de lugar. En cada esquina del barrio, siempre habrá una historia donde la música forma parte fundamental de la vida. Música de clase baja, es la frase con la que se presenta la Radio Pirata antes de comenzar a soltar la cumbia wepa que pondrá a bailar a todos los reyes del arrabal.

Los Colombias tirando barrio en el Paseo 2255. Imagen © Federico Jordán.

Sobre la autora:

Daniela Hernández Ruíz es criminóloga, colabora en proyectos de prevención de la violencia con enfoque en derechos humanos. Operaria por la subversión semiótica y la disidencia cultural. Bailadora y apasionada de la cumbia.

Notas

[1] El Puente del Papa fue un mercado popular que se localizaba en el río Santa Catarina a la altura de la colonia independencia, bajo el puente del mismo nombre. Este se originó en la colonia Independencia, en los años ochenta y en los noventa se trasladaron a la parte seca del río.

[2] El Puente del Papa fue un mercado popular que se localizaba en el río Santa Catarina a la altura de la colonia independencia, bajo el puente del mismo nombre. Este se originó en la colonia Independencia, en los años ochenta y en los noventa se trasladaron a la parte seca del río.

[3] En el noreste de México se usa el término “marcarla” para referirse a bailar cumbia colombiana.

[4] Tirar barrio: Hacer señas, con las manos, de letras o números que identifican con determinada pandilla, así como hacerlo de forma verbal (gritar).

Referencias

OLVERA, Jose. Colombianos en Monterrey. Génesis y prácticas de un gusto musical y su papel en la construcción de una identidad. UANL. México, 2005.

WILLIAM, Whyte. “Street corner society”. University of Chicago Press. E.U. 1943

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